lunes, 26 de enero de 2015

DE CÍRCULOS Y MUJERES.


Desde la natural pausa en mis actividades académicas del último tiempo, que se han limitado al aprendizaje "intensivo" del idioma alemán para integrarme lo más pronto posible en mi nuevo país de residencia, he tenido ocasión de asistir a varios grupos o puntos de encuentro para madres y padres con niños pequeños, que por aquí son muy numerosos. 
Un poco para jugar con los niños y conocer gente, otro poco para buscar datos y crear redes; también para acompañar a alguna amiga. De a poco he ido participando más activamente hasta llegar a compartir mis aprendizajes profesionales previos, dictando Charlas o Temas de conversación.

Yo misma no me hubiese imaginado a mí misma como parte de un grupo de madres, reunidas en torno a los niños y a sus deseos de integrarse y desarrollarse en esta nueva sociedad.
Algunos desafíos o emprendimientos míos fueron más difíciles que otros. Algunas metas me costaron más alcanzarlas, pero creo que jamás necesité una tribu, un círculo, una cofradía. 
La última vez que recuerdo haber formado parte de un grupo fue para practicar deportes en la niñez, o para realizar trabajo social en la Universidad.
Mis amigos siempre fueron escasos y normalmente me absorbía en el millón y medio de actividades que realizaba. Ni siquiera después de casarme y entrar al amplísimo círculo de amigos de mi gregario marido mi carácter cambió. 

Ser mamá me llevó a interesarme por la opinión de "otras" (en femenino) por primera vez, pero aún así siempre me mantuve a distancia y a salvo de las emotividades y exabruptos propios del género, que me imaginaba que abundaban en estos círculos.
Mi formación emocional y profesional,  absolutamente masculinas ambas, me distanciaban de ello.
Sólo me permití este departir entre mujeres con fines exclusivamente espirituales, al buscar respuestas más personales que las que me daba la religión en que crecí, y comenzar a identificarme con las prácticas espirituales ancestrales, asociadas a la Tierra. 
Allí conocí mujeres increíbles que me fueron mostrando mundos nuevos y comencé a reencontrare con mi feminidad, absolutamente aplastada y escondida por el sistema y por  mí misma.
Estudié, experimenté y terminé creando talleres de empoderamiento femenino, orientados al autoconocimiento y un poco alejados del feminismo político tradicional.

Heme aquí ahora, a casi tres años de haber cruzado el Océano en busca de una tierra más fértil para desarrollar mis potencialidades y las de mi familia, sin perdernos el día a día del otro, sin vivir para trabajar y trabajando para vivir, para "vivirnos".
Debo decir, que a pesar que ha sido duro renunciar a todo para jugarnos todas las cartas en este proyecto la evaluación siempre es positiva. Hemos reducido nuestras "posesiones" pero hemos ganado tanto en aprendizaje y calidad de vida familiar.
Una de esas ganancias, muy personal, ha sido descubrir toda una nueva dimensión mía como mujer. 
Al sacarme de encima mis títulos, mi profesión, mis vínculos y relaciones sociales; me di cuenta que yo era mucho más que todo eso.
A pesar que ese ejercicio me dio un vértigo tremendo y a ratos extraño mi vida "importante", se me pasa rápido cuando recuerdo lo sola que estaba. ¿Realmente era "deformación profesional" la que me impedía llamar a una amiga para pedirle consejo o simplemente contarle mis angustias del momento? ¿En qué momento se perdió eso? ¿Cuándo había sido la última vez que me había reunido con otra mujer a simplemente tomarme un café y hablar de la vida, sin discutir asuntos de trabajo o estar en alguna actividad social grupal? 

Aquí he hecho todo tipo de amigas, de una diversidad de orígenes, educación y cultura enormes. Eso me encanta y he aprendido mucho.
Cada vez brilla más luminosa dentro mío la necesidad de ir más allá y formar un círculo espiritual de mujeres, que no sólo se acompañen mutuamente, sino que puedan sentarse a meditar juntas y comenzar su camino hacia la sanción, de sus cuerpos, de sus historias y de sus espíritus.
Un círculo donde no existan juicios sino aceptación profunda, donde se aprenda de la experiencia de cada una.
Sé que estos círculos están proliferando en el mundo entero como respuesta a las "enfermedades" de la Vida Moderna.
Creo en las palabras de Jean Shinoda Bolen escritas en un bello y corto libro que gracias a una gran amiga he tenido ocasión de leer hace poco; y estoy segura que la Sabiduría ancestral de los Círculos está volviendo a entrar en la Psique de las Mujeres porque auto-sanarnos ya es un mandato Universal. El millonésimo círculo, Jean Shinoda Bolen.

Confío en que pronto se materializará este anhelo mío porque últimamente he visto algunas señales que me hacen creer que "todo se está sincronizando" para llevarnos a un par de mujeres estudiosas y autocríticas a perder el miedo y descansar dentro de un círculo, porque ya es tiempo, ¡porque SI!
Hace mucho tiempo una mujer muy hermosa y poderosa me enseñó arriba de la montaña, en medio de la abundante naturaleza chilena, que cuando las mujeres se juntan en círculo la energía que se forma puede llegar tan lejos como quieran. Yo le creo. 


En algún lugar del Universo mis abuelas y bisabuelas sonríen, mientras sirven más mate y hornean pan para las otras. Sé que ellas no me abandonan y que les da lo mismo que esté en Suiza, acá me cuidan igual. A mí, a mi compañero, a mis hijos de carne y a mis hijas-ideas también.


Que el círculo se expanda e ilumine nuestro camino. 
Que se abran nuevos círculos. 
¡Que así sea!








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