miércoles, 17 de octubre de 2012

EN QUE CREEMOS L@S QUE YA NO CREEMOS


Me he zambullido esta semana en un gran libro de Casilda Rodrigañez, "El asalto al Hades: La rebelión de Edipo". 
Si bien conocía  a la autora y había leído otras publicaciones de ella, relacionadas con feminidad y maternidad consciente, no me había dado el tiempo de conocer a fondo sus teorías.
Me ha parecido muy interesante y revelador el análisis que hace de la nueva espiritualidad femenina, en respuesta a siglos de sometimiento del "Patriarcado".

Esta autora expone cómo las nuevas corrientes feministas han adoptado y tergiversado los descubrimientos arqueológicos modernos, que develan la existencia hace más de 20.000 años y hasta hace aproximadamente 5.000, de una sociedad pre-patriarcal, matrística o matrifocal (diferente de matriarcal), donde la unión del grupo humano se basaba en el bienestar de la comunidad que estaba compuesta por madres criando hijos pequeños y mujeres mayores (abuelas) dirigiendo estos grupos; con machos cazadores y sin parejas monógamas como núcleo principal. 
Sociedades igualitarias de recolectores, sin un Poder central dominante y carentes de deidades, donde la espiritualidad se limitaba a la conservación de la vida, en armonía con el entorno y con respeto de los ciclos naturales de fertilidad.

El problema, según la española, que al principio del libro expone con gran detalle científico las nuevas teorías biológicas que explican la evolución de la vida en el planeta con preponderancia de la asociación y la solidaridad, ha sido la "espiritualización y deificación" de estas culturas prehistóricas y pre-patrircales.
Existe hoy todo un movimiento científico-espiritual-religioso que ha tomado a "La Diosa" como referente para liberarse de las cadenas del patriarcado y sus religiones culposas, castradoras y edípicas. 

Estas teorías arqueológicas-espiritualistas se apoyan en el descubrimiento, a lo largo de toda Europa principalmente, de múltiples estatuillas talladas en piedra o marfil, que representan  mujeres embarazadas o en etapa de crianza, donde se ha destacado exageradamente todo lo que alude a la fertilidad, en desmedro de otras características físicas. Esto no está presente en figuras de animales del mismo período, que si son proporcionadas. Esto ha llevado a los científicos a concluir que tenían fines rituales o espirituales y que dan cuenta de un culto primario pre-patriarcal en la Europa prehistórica (un muy buen resumen de ello se encuentra en www.europaindigena.com).

La autora habla de cómo estas sociedades pre-patriarcales estuvieron en armonía con la vida, en el sentido que los seres humanos estamos biológicamente diseñados para buscar el bienestar y la prevalencia de nuestra especie. 
Todo nuestro diseño biológico original y evolución posterior del mismo, tiene que ver con privilegiar la unión madre-hij@ por el tiempo necesario para la autonomía completa, ya que los individuos de nuestra especie tienen un período extra-uterino (de aprox. 2 años), donde terminan de adquirir esta autonomía y donde es necesario que estén en estrecha dependencia física de la madre u otro individu@ adult@. 
Ciertamente, esto no lo garantiza una sociedad como la actual con su estructura basada en el Poder y no en la unión y solidaridad grupal, que ha barrido con milenios de evolución en sólo poco más de 5.000  años de reinado patriarcal y aplastamiento de la matrifocalidad.

Si bien Rodrigañez no niega la existencia de esta espiritualidad basada en el culto a lo femenino, señala que no es inherente a la biología de ser humano y que su nacimiento es más bien una respuesta a los intentos por regular esas sociedades a través del Poder.
Aunque efectivamente haya constituido la primera forma de culto del ser humano, reivindicar hoy a "La Diosa" como reemplazo de un cristianismo desgastado y patriarcal para empoderar a mujeres abatidas es un gran error, ya que al hacer esto se continúa bajo la misma lógica de Poder reglado y que no está en concordancia con el principio vital del ser humano.

Concuerdo con ella en este punto, y creo que lo que nos rige no es una espiritualidad hacia afuera, que incluya la veneración de deidades exteriores femeninas o masculinas, sino más bien una pulsión biológica impresa en nuestros genes a través de la evolución, que requiere que mantengamos armonía con nuestros ciclos vitales y los de nuestras crías. Nuestros cuerpos contienen la información detallada de todo aquello que "es bueno" para nosotros, sin que lo dicte ninguna Ley, celestial o terrenal.

Valoro la necesidad de mantener rituales de unión grupal, que permitan cohesionar espiritualmente una comunidad. Personalmente, me parecen más auténticos aquellos que conectan con esta sabiduría ancestral y primigenia.
También creo que las mujeres de nuestro tiempo necesitamos recuperar la conexión con nuestros ciclos y con nuestra historia, porque el daño extremo que nos han causado las actuales lógicas de Poder han terminado por desconectarnos, a tal punto que ya no reconocemos nuestra biología y hemos olvidado hasta como parir. 
Si no lo hacemos, abandonaremos del todo nuestra ancestral función de "unión" del clan.

Sin embargo, creo que debemos ser prudentes y cuando tomamos conciencia de este daño, tratar de abandonar del todo la estructura asfixiante que lo ocasionó. 
Ello incluye no buscarse sustitutos espirituales, que se esgriman como bandera de lucha en contra de la tiranía anterior, sino sólo reconocerse, reencontrarse y apoyarse en la fuerza de la unión grupal.
Por supuesto, esto es un proceso de aprendizaje muy largo, que incluye "desaprender" demasiadas enseñanzas todavía vigentes en nuestras sociedades.

Soy optimista y creo que se puede desandar el camino equivocado, con paciencia.
Así lo hicieron millones de nuestras ancestros recolectoras, ensayaron y ensayaron por milenios, hasta que encontraron la forma adecuada de sobrevivir.


Imágen: http://circulodelasmujeres.blogspot.ch/