Espacio Sagrado


Espacio Sagrado es tanto un lugar físico como un concepto espiritual.
Es un lugar y un momento para darnos la oportunidad de conectar con la energía arquetípica del “Sanador” o la “Sanadora” que vive dentro de cada ser humano y que nos permite recuperar el balance o equilibrio cuerpo-mente-espíritu.

El desbalance cuerpo-mente-espíritu es lo que genera todas las enfermedades físicas y emocionales. Esto no es nada nuevo y existe actualmente bastante evidencia científica al respecto.

Creo que tod@s necesitamos encontrar nuestro propio proceso de despertar o hacer consciente nuestra capacidad innata de auto-sanrnos, bajo la premisa de que nuestros cuerpos están diseñados para conectar con nuestra sabiduría interior, nuestro espíritu o nuestro inconsciente y recuperar el equilibrio.
Este equilibrio puedes haberlo perdido tanto si padeces alguna enfermedad y los procedimientos médicos o los medicamentos no te ayudan, como si sientes que no encuentras tu centro, tu misión, tu vocación, etc. y que las terapias que puedas estar realizando no logran su objetivo.

En todas las antiguas culturas indígenas de las Américas, de las que he aprendido mucho, existen rituales ancestrales que permiten a los seres humanos abrir un “espacio sagrado”, para conectar con los mensajes del mundo espiritual.
Creo que este simbolismo y sabiduría ancestral no pierde su vigencia y es una gran inspiración, además de una herramienta que nos permite reconectar con esta capacidad intrínseca de oír los mensajes de nuestro yo más sabio.

Los Lakota, habitantes originarios de Norteamérica, creen que el espacio sagrado de una persona es aquel que se encuentra entre la inspiración y la exhalación. Es decir, nuestro espacio sagrado es nuestra vida misma.
Tienen además un concepto maravilloso al que llaman “caminar en belleza”, que se refiere a tener la Tierra (Cuerpo) en armonía con el Cielo (Espíritu).  Es decir, vivir para el espíritu pero con los pies en la tierra.
Ellos creen que nuestra misión como seres humanos es recorrer el buen “camino rojo” (aludiendo a la sangre, símbolo de vida) caminando en belleza o en armonía por la Madre Tierra, respetando a los demás seres humanos, a los animales y a todo lo vivo, que son vistos como hermanos y maestros.
Casi todas las tradiciones de los indígenas americanos comparten un mismo concepto de “Medicina”. Llaman así a un modo de vivir en armonía con el Universo, respetando todo lo vivo y aprendiendo las enseñanzas que los otros seres nos muestran.

El Pueblo Mapuche, que habita el sur de Chile y Argentina, donde crecí, tiene su propia cosmovisión, que obviamente me ha influído mucho por haber nacido y crecido en el "Wallmapu", como llaman ellos a su territorio ancestral y que no reconce la frontera entre países que existe desde hace unos 300 años solamente. Así para mi esta frontera tampoco existió nunca, porque mis raíces estuvieron siempre a uno y otro lado por lazos familiares, como para los Mapuche.

El estilo de vida de la mayoría de las personas en occidente y los países industrializados ha hecho que se olvide esta conexión con los demás seres vivos, porque vivimos separados de los ritmos de la Naturaleza, los que antes de la era industrial estaban presentes en todas las sociedades humanas. Ya no tenemos rituales ni ceremonias que honren el paso circular del tiempo y que nos conecten con la vida y la muerte, salvo algunos vestigios presentes en las ceremonias religiosas, que para la mayoría de la gente occidental han perdido su significado y no les hacen sentido.
La concepción del tiempo actualmente es lineal y no cíclica o circular, como en las sociedades preindustriales y estamos orientados a los objetivos, las metas, los resultados y el futuro. Olvidamos el valor del pasado y de los ciclos de vida-muerte-vida, como les llama Clarissa Pinkola Estés.

Esta forma de vivir sin descansos, siempre en búsqueda del siguiente logro, nos enferma. Últimamente los científicos han estado descubriendo relaciones muy estrechas entre el stress y la mayoría de las enfermedades de larga duración.
Como siempre digo, actualmente estamos “enfermos de modernidad”, porque nos hemos desconectado y hemos olvidado como vivir respetando los ciclos de todo lo vivo alrededor nuestro, que se replican dentro de nuestros propios cuerpos.

Sobre todo las mujeres resentimos esta desconexión, quizás porque biológicamente los ciclos naturales son más evidentes en nosotras.
Es por eso que la modernidad ha traído consigo enfermedades femeninas específicas que no estaban tan presente en la vida de nuestras ancestras, sobre todo las relacionadas con la fertilidad.
Hay mucha literatura relacionada con la incidencia de enfermedades femeninas relacionadas con el estilo de vida de las sociedades occidentales modernas. La doctora Chistiane Northrup lleva décadas dedicada al estudio de esta realidad y ha creado en Estados Unidos un centro integral de salud femenina.

Mi propia experiencia con la enfermedad me ha obligado a buscar sus causas más allá del cuerpo y a aprender nuevas formas de mantener la salud, que involucran una visión más holística.  Me ha puesto en un viaje a lo más profundo de mí, a un encuentro descarnado con mis traumas y heridas emocionales sin sanar, que son la causa primera de toda enfermedad física.
La enfermedad puede convertirse en una gran maestra cuando nos damos la oportunidad de escuchar su mensaje. No es casualidad que nos aquejen ciertos males específicos.

Además de vivir desconectadas de la Naturaleza, la mayoría de las sociedades actuales exacerban el individualismo, la competitividad y el exitismo; por lo que cada vez más personas se sienten solas y aisladas, aunque vivan rodeadas de gente.
Hemos olvidado los valores comunitarios, la energía del “nosotr@s” se ha perdido y aunque hacemos actividades “en grupo”, muy pocas veces estamos realmente “junt@s”, experimentando la sensación de hermandad necesaria para compartir de verdad un mismo sentir con otr@s.
Por eso, en este espacio todas las actividades que ofrezco tienen la intención de recuperar esta energía comunitaria perdida, que extrañamos desde lo más profundo de nuestra humanidad.

Llevo muchos años estudiando y trabajando en mí misma con la conexión de la Naturaleza y los ciclos femeninos. He dirigido talleres y círculos de mujeres y compruebo cada vez que los realizo, que despertar la conciencia es el primer paso para reactivar la capacidad de encontrar nuestra sanación.
Sin la recuperación de nuestra intuición y sabiduría interior vamos peregrinando por las consultas médicas y terapéuticas sin obtener resultados positivos, sin sanarnos realmente. Porque nos mantenemos desconectad@s de la Fuente.
Creo que cada persona debe descubrir y escuchar su propia voz interior y sabrá donde debe ir a pedir la ayuda que necesita. Si no encontramos la forma de viajar a nuestro interior y oír nuestro propio mensaje seguiremos perdid@s y confundid@s, escuchando mil voces sin saber a cuál seguir.

Creo que el ejercicio más importante que podemos hacer es el de preguntarnos quienes somos realmente, más allá de nuestros roles sociales y familiares. Quien queda después que borramos todos estos títulos: hij@, padre, madre, herman@, espos@, compañer@, profesional, trabajador@, etc.? Y a ese o esa que queda, ¿qué le gusta realmente, ¿qué le apasiona, qué le hace vibrar y soñar?
Este viaje puede terminar en diferentes destinos y ser absolutamente diverso para cada un@, pero siempre será enriquecedor y valdrá la pena el esfuerzo.


2 comentarios:

  1. Excelente introducción Araceli Gracias.

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  2. Gracias a ti querida Cecilia, por leer, comentar y por enseñarme las puntadas que nos permiten conservar la memoria, las has traido a este permanente viaje mío y no te imaginas lo terapéuticas que han sido este último tiempo. Abrazo apretado y luminoso para tí a la distancia!

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