domingo, 17 de febrero de 2019

¿Porqué nos enfermamos realmente?


En varios Posts anteriores he escrito sobre lo que he aprendido e investigado acerca de ser mujer en nuestras sociedades occidentales modernas. Algunas de estas reflexiones pueden leerlas aquí:  


¿Dónde estamos situadas las mujeres de las sociedades occidentales de hoy? 
Mi respuesta es que estamos divididas entre la represión religiosa que todavía es fuerte, el rencor heredado del activismo feminista del siglo anterior y la presión de la vida moderna, que nos exige cumplir los roles de mujer (bajo los parámetros de la sociedad de consumo), profesional y madre al unísono y con “éxito” en todos los campos.
La mujer de hoy (y el hombre también, por cierto) está dividida de tal manera que ya olvidó como conectar su cuerpo con su espíritu.
Hoy ya no existe Inquisición religiosa que nos demonice y matarnos por no cumplir "las reglas" sociales patriarcales, al menos en la mayoría de los países del mundo, es delito. Igual la ideología y costumbres patriarcales están tan arraigadas que, a pesar de los avances legislativos, nos siguen matando por considerarnos "propiedad" de algún hombre.
En casi todo el mundo también, tenemos derecho a votar y participar en el mundo cívico y político, tenemos el control legal de nuestra reproducción (que no moral OJO! Ese es tema que da para un Post completo)  y trabajamos fuera de casa. 
Sin embargo, creo que estamos lejos de haber conseguido nuestra ansiada libertad de ser y hacer lo que nos plazca sin culpa social alguna, porque hoy somos esclavas de la Publicidad, los estándares de la Moda y el consumismo, así como de las expectativas que la generación anterior de mujeres depositó sobre nosotras. 
Hoy es frecuente encontrarnos con comentarios de este tipo: ¿Cómo es posible que "malgastes" tu vida dedicándote a la crianza de tus hijos, después de haber conseguido títulos universitarios y haber competido de igual a igual en el mundo anteriormente reservado a los hombres. Pues porque todavía la conciliación maternidad-trabajo es utópica!

EL CUERPO
La mayoría de las mujeres de hoy está desconectada de sus ciclos, no conoce el funcionamiento interior de su feminidad y tiene problemas ginecológicos asociados a este desconocimiento. Las enfermedades femeninas relacionadas con la fertilidad y los órganos femeninos son la exteriorización de la falta de armonía interior en la vida de las mujeres.
La relación de una mujer occidental con su cuerpo se limita en la mayoría de los casos a auto-someterlo a constantes represiones con el fin de adecuarlo a los estándares que la publicidad exige. Las adolescentes son víctimas de trastornos alimenticios por esta causa, las mujeres mayores lidiamos con el terror al envejecimiento, etc.
No confiamos en nuestra intuición, le entregamos su cuidado por completo a la ciencia médica y procesos tan naturales como el parto son intervenidos y desnaturalizados en la mayoría de los países. 
¿Cuántas de nosotras hemos tenido embarazos y partos no intervenidos y sin problemas? Y las que lo hemos logrado ha sido, en la mayoría de los casos, después de un largo camino de auto-conciencia y preparación espiritual para "desaprender" los vicios de la modernidad y conectar con nuestra parte más intuitiva y recordarle a nuestras cuerpo lo que ya sabe, lo que millones de años de evolución han grabado en nuestro genes y que nuestras ancestras  practicaron desde los albores de la especie. Que nuestro cuerpo "sabe como parir" se ha convertido en una "revelación" en vez de ser lo natural.
Ya no existen tradiciones que honren el paso de niña a mujer. La mayoría de nosotras recibió una educación religiosa represiva en cuanto a lo sexual, una charla en la clase de biología acerca de los métodos anticonceptivos o los consejos anti-hombres de una madre feminista.
¿Alguna recibió algún regalo especial de parte de su madre o su abuela el día de su primera menstruación?

EL ESPÍRITU
Las mujeres de hoy ya no tenemos ritos propios que nos conecten con la sabiduría de nuestros cuerpos, con la naturaleza, etc.
Creo que es necesario rescatarlos o crear nuevos, porque estamos enfermando “de modernidad”, de soledad, de desconexión espiritual y de vacío.
En este sentido, el redescubrimiento en las últimas décadas de los "círculos de mujeres" es un intento de auto-conocimiento y sanación conjunta. Mujeres por todo el mundo hablando abiertamente de los temas que les preocupan, de nuestros dolores y alegrías.

Muy pocas mujeres hoy en día, sobre todo en las sociedades occidentales, tienen una relación saludable y plena con sus cuerpos. Muchas mujeres no se aceptan físicamente y otras tienen traumas asociados a experiencias negativas vividas en la niñez o adolescencia o derivadas de una crianza sexualmente represiva o violenta. He conocido muchas mujeres víctimas de violencia atravesando todo tipo de procesos, pero lo más común es que desarrollen una especie de “coraza de protección” que incluye dejar de lado las sensaciones corporales o esconder emociones.

El Dr. Bach, quien creó la “Terapia Floral” dijo lo siguiente: "La enfermedad es el resultado de una errónea manera de pensar y actuar, y desaparecerá cuando la pongamos en orden. Cuando la lección del dolor, el sufrimiento y el pesar esté aprendida, la enfermedad desaparecerá automáticamente porque ya no tendrá sentido su presencia." "Lo que conocemos como enfermedad es la etapa terminal de un desorden mucho más profundo, y para asegurarse un éxito completo en el tratamiento, es evidente que tratando sólo con el resultado final éste no será completamente efectivo hasta que la causa básica sea completamente eliminada. Hay un error primario que puede cometer el hombre, y es actuar contra la Unidad; esto se origina en el Egoísmo.”

Existe un libro editado ya hace varias décadas por el psicólogo  THORWALD DETHLEFSEN y el médico y psicoterapeuta RÜDIGER DAHLKE, que hoy sigue teniendo mucha vigencia. Se llama "La enfermedad como camino" y analiza la raíz emocional de cada enfermedad. Este libro, a pesar de las críticas que ha recibido de parte de algunos médicos tradicionales, me parece muy importante como punto de partida para darnos cuenta que todo en nosotros está conectado y que nuestros cuerpos son sólo espejos de lo que nos pasa a nivel emocional y espiritual. 

En este sentido, la medicina tradicional china o las medicinas tradicionales ancestrales de muchas culturas, tanto en Oriente como en toda la America Precolombina, han trabajado siempre desde esta visión holística de los seres humanos. 
También lo hacen todas las corrientes de medicina "alternativa", llamadas así en oposición a la medicina tradicional occidental alópata,  por ejemplo la homeopatía, la medicina antroposófica  y muchas otras. Todas estas prácticas de medicina "natural" se centran en la visión de salud y no tratan al paciente sólo cuando está enfermo. Es decir que su concepto de  salud no se limita sólo a la ausencia de enfermedad.
Personalmente y a raíz de mi propia experiencia, he comprobado que nuestros cuerpos no mienten. Podemos esconder muy bien nuestros dolores emocionales a los demás, pero tarde o temprano nuestro cuerpo los manifestará en forma de enfermedad.
Si no lo oímos por suficiente tiempo, encontraremos la forma de "auto-sabotearnos" inconscientemente. Nuestro inconsciente nos hablará a través de símbolos y la enfermedad será uno de ellos.


La Medicina Occidental actual se está acercando cada vez más a la forma Holística o global en utiliza la Medicina Tradicional Oriental, es decir, entender que lo que le pasa al cuerpo no puede tratarse en forma separada de lo emocional y de lo espiritual.
Especialmente en las mujeres, hay una relación estrecha entre las carencias y traumas emocionales y las enfermedades que sufren.


La Dra. Christiane Northrup en su Libro "Cuerpo de Mujer, Sabiduría de Mujer" muestra estas relaciones después de haber trabajado con muchas mujeres a lo largo de sus más de 40 años de práctica profesional. 
Libro Cuerpo de Mujer. Sabiduría de Mujer


MI EXPERIENCIA
Voy a compartirles mi experiencia para aclarar porqué he llegado a esta conclusión.
Hace más o menos cuatro años, comencé a manifestar signos tempranos de artritis reumatoide, pero al principio y por casi dos años, se redujeron a una disminución de la producción de cartílago en  mis articulaciones, por lo que con un suplemento natural a base de pescado me encontraba bastante bien y podía hacer una vida normal para una madre de dos hijos, que aún amamantaba a la última. Luego de ese tiempo el suplemento ya no fue suficiente y  los dolores aumentaron, así que mi médico de familia me derivó al reumatólogo.

Desde el principio tuve la intuición que ese camino no serviría para mí. Que la medicación tradicional en estos casos (corticoides y antiinflamatorios) yo no la toleraría por mucho tiempo, pero necesitaba un diagnóstico oficial, a fin de poder moverme dentro de la burocracia de los seguros de salud. 
Había atravesado recientemente el proceso de diagnóstico de autismo de mi hija, con todo lo que eso lleva asociado y que derivó en un desgaste y deterioro de toda mi salud. Tuve una pérdida importante y preocupante de hierro y tuvieron que hacerme tres transfusiones para recuperar los niveles normales. También habían menguado mis niveles de vitamina B12  hasta el mínimo. 

El reumatólogo, muy buen profesional por cierto, hizo su trabajo correctamente. Aunque nunca me dio un diagnóstico (quizás no quiso lapidarme sociológicamente diciéndome que padecía artritis antes de los 40) me trató con la medicación indicada y el dolor se redujo. 
También me señaló el stress como la causa principal de mis dolencias. 
Pero tal como lo esperaba, no toleré la medicación tradicional mucho tiempo. La cortisona tuvo efectos secundarios en menos de un año y noté cambios de humor, palpitaciones por la tarde antes de irme a dormir, etc.

Decidí actuar rápido. No estaba dispuesta a seguir ignorando las alertas de mi cuerpo físico. La parte espiritual y emocional ya había aprendido como "sanarla", aunque siempre es muy difícil practicarlo en una misma. 
Pero estaba segura que el cuerpo quería dejarlo a cargo de alguien con visión más "amplia". Así encontré una doctora que se formó en una Facultad de Medicina tradicional suiza pero también aprendió medicina tradicional china hace más de 25 años. Ella comenzó a tratar primero el dolor con acupuntura y medicación a base de plantas y luego me propuso un cambio radical de dieta.
Me presentó un plan alimenticio desintoxicarte y anti-inflamatorio diseñado por un investigador alemán, que ella había probado con éxito en sí misma. Básicamente es un dieta alcalina muy parecida a la alimentación vegana (sin proteína animal), pero que además prescinde del café, té y alcohol, del azúcar procesada de todo tipo y de los cereales blancos. La idea es evitar todos los alimentos que acidifican el organismo, ya que la acidez es lo que "destruye" el cartílago y provoca el dolor en las articulaciones.

Llevo mas de un año alimentándome de esta manera, sólo tomo suplementos de vitaminas y ninguna medicación para el dolor y estoy sorprendida de mi mejoría. Aunque al principio sólo me concentré en lo que perdería, las cosas que no podría comer y la carga de cocinar extra para mi y no poder comer lo mismo que el resto de la familia, luego fui descubriendo todo un mundo de alimentos más saludables y comencé a disfrutarlo realmente. 
Como ya casi no tengo dolor, he vuelto a hacer ejercicio (antes de la dieta no podía hacer yoga ni andar en bici, ni hablar de correr con los niños por el parque, ni siquiera para subirme al tranvía que ya iba partiendo me alcanzaba). Mi trabajo con niños pequeños ya  no es una carga pesada (puedo arrodillarme para mirarlos a los ojos sin que mis rodillas sufran lo indecible). Mi marido dirige una escuela de Karate y participo en la clase de mujeres casi al nivel de las demás. Pronto probaré volver a hacer yoga. Y lo más importante, puedo trabajar un par de horas en mi huerto sin sufrir dolores articulares después! 

Es increíble como un cambio en la alimentación ha significado para mi una nueva oportunidad de disfrutar de la vida. 
Irónicamente, para lograrlo, he tenido que dejar algunas de las cosas que más disfrutaba, como el café de la mañana o comer galletas recién salidas del horno con mi familia.
Afortunadamente, existe gente muy creativa que inventa recetas maravillosas para reemplazar todos los alimentos que resultan tóxicos para mi y navegando un poco por internet se encuentra mucha información rápidamente.

Aunque lo haya sabido hace mucho tiempo, esta experiencia me ha confirmado que cuando nuestros cuerpos se enferman, debemos detenernos a oírlos. No importa cuantas responsabilidades urgentes nos ocupen. No podemos funcionar en "piloto automático" indefinidamente. Estoy convencida que cada uno de nosotros tenemos una voz interior más sabia, que intuye lo que necesitamos para sanarnos y tarde o temprano tendremos que tomarnos el tiempo necesario para hacer caso a su llamado.   
No es casualidad que nos aquejen determinadas enfermedades. Cada enfermedad es una oportunidad de crecimiento personal y espiritual. Podemos quedarnos paralizados lamentándonos de nuestra suerte o aprovechar la oportunidad y hacer los cambios necesarios en nuestro estilo de vida.

Creo que todos nosotros, en mayor o menor medida, estamos "enfermos de modernidad". Algunos corriendo una loca carrera por "tener" en vez de "ser", otros tratando de demostrar su valía, otros anestesiando sus sentidos para olvidar traumas pasados o para ocultar lo que los hace infelices en la actualidad. Y otros, dedicados en el momento a servir a los demás, a veces olvidamos que para hacerlo bien necesitamos primero estar sanos y plenos nosotros.
Por la razón que sea, lo cierto es que todos tendemos a posponer nuestra sanación real y la vida moderna, de la cual la medicina occidental es sólo un reflejo, no nos ayuda. Nos ofrece muy pocos momentos de pacífica y tranquila meditación en soledad para escuchar a nuestro "yo superior" y en cambio, hay cada vez más alternativas de evasión y distracción, para vivir pretendiendo que todo va bien, como en los eternamente felices posteos de Facebook e Instagram.


Pero nunca es tarde para despertar del sueño y activar los sentidos, para recordar como vivir de verdad. Como cuando éramos niños y corriendo contra el viento o mojando nuestros pies en un arroyo sentíamos la vida latir fuerte e intensa dentro nuestro.