sábado, 15 de septiembre de 2012

DESTINO


Mandala Flor de la vida.
Acrílico sobre madera con aplicaciones de lentejuelas.
Autora: Araceli Espinoza.

Desde que tengo uso de razón siempre ha rondado por mi cabeza una gran pregunta: ¿Porqué soy yo y no otr@? Es decir, ¿Porqué nací en determinado año y lugar, con determinado género, hija de tales personas, con ciertas vetajas y ciertas limitaciones?

Recuerdo haber tenido unos 6 años y mirando televisión, vi a la Madre Teresa de Calcuta atendiendo a pequeños niños africanos, víctimas de la lepra. Todavía puedo sentir la mirada cálida y amorosa de aquella buena mujer y el sufrimiento de esos niños. Creo que esa fue la primera vez en mi vida que sentí la “empatía” en su máxima expresión, que significa literalmente “entrar en la piel de otr@”.
Por unos instantes yo no me sentí como, sino que “fui” un niño moribundo.

Luego le pregunté a mi mamá porqué yo había nacido sana y tenía padres que me cuidaban y esos niños no. No recuerdo que me habrá contestado mi pobre Madre, pero probablemente no me satisfizo porque la duda siguió rondando mi infancia y por el resto de mi vida, hasta hace muy pocos años.

He buscado todo tipo de explicaciones a mi Gran Pregunta y primeramente me consolé en lo que el Cristianismo tenía para ofrecer: la promesa de un lugar mejor si cumplimos los mandamientos dados por Dios y nos esforzamos por imitar a Cristo toda nuestra vida, aunque irónicamente, esta tarea es imposible, ya que “somos imperfectos o pecadores” por naturaleza. Es decir, tenemos que dedicarnos toda nuestra existencia (que es sólo una, por cierto) a este cometido imposible para alcanzar la “salvación”.

Luego fui explorando otras respuestas cuando esa ya no me hizo sentido.

Encontré explicaciones científicas (Dualidad partícula-onda de la Física cuántica, Hipótesis de los Campos mórficos de R. Sheldrake, concepto de la “sincronicidad” de C.G.Jung y un largo etc.) para entender porqué me sentía tan conectada con experiencias que nunca me habían ocurrido fisícamente en esta vida. También recogí elementos útiles en diversas creencias y filosofías, además de estudiar y experimentar por mí misma muchas de ellas (regresiones, varias terapias energéticas, temazcales….).

Así, llegué finalmente al convencimiento que da la experiencia real y concreta, que lo que llamamos “realidad” es una mera ilusión de nuestro cuerpo físico, porque también tenemos una parte “no física” todos los seres humanos, que es nuestra alma, espíritu y que, cualquiera sea el nombre que le pongamos, es un elemento no material y por lo tanto, es inmortal o eterno y no se circunscribe a un determinado espacio-tiempo. De esa manera podemos “vivir” todas las probabilidades o potencialidades (vidas) al mismo tiempo y estar todos conectados como si fuéramos parte de un mismo organismo, de un “Todo”.

Y cuando hice ese descubrimiento, además de explicarme intelectualmente la interrogante acarreada desde mi niñez, comencé a sentirme realmente conectada con mi quehacer en el mundo, a ser cada vez menos indifirente con el entorno, a involucrarme con los demás más allá de la tarea o responsabilidad del momento.

Se hizo cada vez más patente para mí que cada ser tiene un propósito o destino en el Universo, que trazó por sí mismo y como parte del aprendizaje o tarea del Todo, para evolucionar en conjunto.

Esto me hace sentir extrañamente diminuta y enorme a la vez.

Esta sensación maravillosa de unión, de pertenencia y de compañía constante es lo que hoy me mueve, en mi pequeño rincón del mundo y me confirma que, ya sea que realice la más importante de las traeas humanitarias o simplemente disfrute una sonrisa de mi hijo, un abrazo de mi compañero o una caminata por el bosque, estoy realizando MI destino, cumpliendo MI misión, que también es el destino y la misión de TODOS.

Ojalá estas palabras puedan identificarles e inspirarles. Les dejo además un poema, que escribí después de un encuentro impresionante con otra "Yo", mi arquetipo de la Vieja- Madre-Sabia, y que logré "ver" con la ayuda de la maravillosa medicina de una gran Sanadora.




Soy

Recorrí la húmeda tierra de mis anhelos.

Olía a manzanilla y eucalipto.

La recorrí descalza.

En la casa, el fogón y el pan cociéndose en el horno.

Entre escritos y pinceles, mi arte iluminado y brillante.

El viento cálido y la montaña, guardianes protectores.

La luna como guía y el reposo necesario.

El camino recorrido en paz.

La vieja me abraza y consuela.

Mi llanto me purifica. Y río.

Oigo mi voz desde el fondo del tiempo y sigo el llamado.

Me cobijo entre los míos y los reúno en torno al fuego.

Detengo la carrera y sólo vivo.

Disfruto respirar y me lleno de gratitud,

profunda y honesta.

Soy, solo soy yo.












domingo, 2 de septiembre de 2012

NOSOTRAS. La evolución y la involución de las mujeres.


Escribo hoy para mí y para todas aquellas que estuvieron, están o estarán en el camino de reencontrarse con su verdadera “Yo”, después de dar mil vueltas alrededor de sí mismas.

Para cualquier mujer que haya crecido en una sociedad occidental después de los años ‘70 no son extraños conceptos como los de “liberación femenina”, “igualdad de géneros”, etc.; pero sí, probablemente, le sean desconocidos estos otros: “espiritualidad femenina, arquetipos, La Diosa, matrística”

¿Porqué? Porque lo más probable es que sea heredera de la luchas de las feministas de los ’60-‘70 y haya pasado la mayor parte de su vida esforzándose por competir de igual a igual en el campo de batalla del mundo masculino, profesionalizado, industrializado y exitista.
De lo contrario, puede que haya repetido patrones heredados y se haya relegado al rol tradicional reservado a la “mujer-madre-ama de casa”, negándose el espacio para desarrollar sus propias potencialidades.
Incluso, y esto será quizás lo más frecuente, puede que haya tratado de encajar en ambos, quedando destrozada en este proceso enloquecedor. 
Las mujeres de hoy han visto como es estar en el “mundo de afuera”, es decir, compitiendo en el terreno que estaba reservado sólo para los hombres en las generaciones anteriores y además, conservar intactos sus roles tradicionales de organizadoras y encargadas del mundo doméstico. Esto último, hace muy poco que ha comenzado a compartirse y delegarse. 

La mayoría de las mujeres de hoy están perdidas en el limbo de la contradicción, no sabiendo cuál de esos mundos es el suyo propio y como vivirlos todos, sin extraviar el camino que su intuición les alienta a seguir.
Siento que las mujeres de occidente hemos perdido la retroalimentación que daba el grupo, el círculo, las otras.  Cada una cría, trabaja, emprende y lucha sola; con mucha suerte, junto a un buen y comprensivo compañero. Las abuelas, madres, hermanas, amigas y compañeras existen para muchas y se recibe apoyo de ellas, pero no hay una unión espiritual mayor. Si es que existía una guía, esta se pierde cuando una sale de casa para “empezar su propia familia”.

Existe mucha literatura respecto del cambio de paradigma que provocó en Occidente el paso de una sociedad Matriarcal, basada en la unión en torno a mujeres sabias y al culto a la fertilidad; a una sociedad Patriarcal, dominada por hombres fuertes que se erigieron en rectores de los destinos físicos y espirituales de sus “súbditos”.
Antropólogos como Gimbutas y Graves han descubierto que en la Europa pre-histórica el culto a la Madre fue la primera espiritualidad del ser humano, mientras aún eramos nómades. Se ha teorizado después, que con el sedentarismo y la necesidad de proteger la “propiedad” el rol de los hombres fue cada vez más valorado.
Se tendió a eliminar paulatinamente la poligamia y entonces, los machos se dieron cuenta que intervenían en el proceso de la reproducción, advirtiéndo que la descendencia repetía características particulares del “padre”. Antes de eso, la paternidad era un asunto desconocido y se sacralizaba la magia de la fertilidad femenina y la capacidad de “crear nueva vida”.

Por lo tanto, con el advenimiento de la paternidad y de la propiedad, los hombres se “adueñaron” de los hijos y crearon todo un sistema para proteger y asegurar la autoría y el dominio sobre el “linaje legítimo”. HE AHÍ EL “PATRIARCADO”.
Después de eso, sólo un par de milenios para derivar en la creación de sistemas complejos de dominación, como las religiones organizadas, los ejércitos, las monarquías, los Estados, los Gobiernos y un largo etcétera. 
Con ello, y para afianzar el nuevo orden, viene la demonización de lo femenino y la supremacía de lo masculino, en los mitos y en la vida social.

Pero las mujeres están recuperando, de a poco, el protagonismo y los hombres lo están comprendiendo y disfrutando. 
A las reivindicaciones sobre el cuerpo y la mente que nuestras abuelas y madres consiguieron a través de los movimientos feministas sociales y políticos, habrá que sumarle, paulatinamente, la autonomía o independencia espiritual. Pero esto es más difícil. Los conceptos de “culpa y condena” de las religiones patriarcales están insertos en lo más profundo de nosotras, y traspasados de generación en generación han ido enterrando de a poco la intuición y sabiduría profundas con las que nacemos todas.

Existen experiencias en Europa y Norteamérica sobre movimientos de espiritualidad femenina de todo tipo, desde los años ’60. 
Al principio, sólo se trató de dar alma a las luchas políticas y liberarse de las represoras y patriarcales religiones tradicionales, pero de a poco se fue derivando en toda una corriente de rescate de la espiritualidad ancestral, rescatando el rol primordial de la sabiduría femenina en la cohesión social.
Y así tenemos a académicas-espirituales como Jean Shinoda Bolen, Clarissa Pinkola Estés, Miranda Grey, Casilda Rodrigañez, etc. que han creado teorías y sistemas de recuperación, reconciliación y armonización de los roles femeninos.
En América Latina se está creando una interesante mezcla, entre lo aportado por todas estas corrientes y el rescate de la sabiduría ancestral de los pueblos originarios, en cuanto al conocimiento de lo Sagrado Femenino.

Es mi deseo que, entre el rescate de nuestra espiritualidad primigenia y la recuperación de la soberanía sobre nuestras vidas y destinos, las mujeres encontremos el equilibrio, recorriendo nuevamente la senda hacia lo que fuimos, pero con las ventajas de lo que hemos aprendido y sin abandonar lo que hemos conseguido. 

Les comparto un texto que escribí hace muchos años, pero que reedito hoy acerca de nuestro destino y nuestro futuro, donde vuelco mis deseos para “NOSOTRAS”….

Mujer

       Caminas sigilosa por la tierra, húmeda de tu llanto.
Vas forjando la historia oculta.
Tu ceño fruncido, tu alma quebrantada.
Tu espíritu cansado,
de tanto guardar apariencias,
de tanto soportar injusticias.
Porque naciste frágil y sabia.
Porque naciste mujer.
Tu castigo fue por pensar, por cuestionar, desde el principio.
Tienes el dominio de la belleza,
y te fue revelado el secreto de la vida.
Pero tu espíritu fue doblegado por la fuerza,
y los hombres dejaron de adorar la divinidad de la vida que traes,
para adueñarse de tus hijos.
Y así, crearon religiones que bendijeron tu vientre y maldijeron tu mente.
Los poetas cantaron a tus ojos y a tu piel.
En el nuevo mundo, creado por los guerreros,
te obligaron a ser sumisa y paciente.
Y tuviste que crear fortaleza.
Tuviste que aprender a soportar, estoica, el dolor.
Con tus manos gastadas construiste el futuro.
Y ahora estás aquí, abriendo tus alas a la libertad.
Sólo debes detenerte a meditar.
Que tu vuelo sea lento y en paz.
No quieras borrar el pasado,
aplastando a los que te hirieron.
Que tu meta sea elevada y superior.
Que tu labor vuelva a ser la unión. 

IMAGEN: LA PACHAMAMA, AUTORIA DESCONOCIDA. TOMADA DE http://www.portaldesalta.gov.ar/pachamama.htm.